Red Lights (Priv. Nacht y Math)

Oscuridad. Oscuridad bañada únicamente por la luz rojiza de la luna, haciendo que todo tomara, como casi siempre, un color siniestro pero hermoso. El viejo vampiro, desde la ventana del apartamento de Math, veía cómo los vampiros pasaban por la gran avenida principal de la ciudad. Observaba con su aguda vista cada detalle de los individuos, cada uno de los estilos diferentes de ropas de diferentes época que llevaban. El color de sus ojos, y de sus cabellos brillantes. Después se fijó en los cristales de los demás edificios. Aunque hubiera luz artificial en la avenida, farolas que desprendían una tenue luz sobre el ambiente permanentemente nocturno, la luz de la luna daba unos toques rojos a esos reflejos en los cristales. Incluso a él mismo, apoyado en el alféizar de la ventana y con una mano apoyada delicadamente sobre una de sus piernas, se le reflejaba esa sangrienta luz, dándole unos toques a esa piel extremadamente pálida, donde únicamente se veían los surcos carmesí de las venas porque recientemente había comido. Su mirada verdosa también destelleaba mezclada con rojo, pero, además, estaba perdida en el paisaje. Bueno, en realidad no en el paisaje, sino en sus pensamientos. Le resultaba extremadamente extraño el hecho de volver a vivir en la misma casa que su pequeño niño. En un acto reflejo, elevó una de sus manos, hasta llegar a su cuello, del que colgaba una chapita plateada, desgastada y que parecía que era realmente de un metal precioso, tal vez cobre o plata ya sin brillo, con una inscripción en letras de época medieval, o eso parecía. Empezó a juguetear con esa chapita, entretenido. Tan distraído que no se dio cuenta de que la puerta se abría, aun con sus sentidos desarrollados, el poder de los pensamientos era aun más grande de lo que creía. Hasta que una sombra se reflejó en el cristal. Se giró despacio, empezando a sonreír de lado. Allí estaba su niño, recién bañado, con el olor a champú desprendiéndose de su cabello verdoso. Math. Su tan adorado Math.